Comienza su etapa artística con un estilo realista que abandona en la década de los 80 para explorar la pintura figurativa desde el expresionismo creando paisajes propios del subconsciente. En su evolución en esta linea expresionista pasa a la abstracción y comienza a crear obras donde predomina un solo color con una intensa sensación de movimiento. En los 90, Emilia Salgueiro comienza a introducir en sus obras pictóricas materiales y desechos industriales como madera, plomo o hierro transformando estas pinturas en obras de carácter escultórico. Al mismo tiempo que introduce esta nueva técnica, experimenta también con instalaciones que contienen elementos propios de la naturaleza como plumas, huevos, esqueletos de aves, conchas. Con estas dos últimas corrientes, la artista se desvincula de la pintura para adentrarse por completo en la escultura y la instalación. A partir de este momento la obra de Emilia Salgueiro cambia por completo y sus creaciones consistirán en la combinación y contraste de restos orgánicos con elementos naturales. Para ello, introduce en contenedores de madera, cobre y metacrilato una serie de restos vegetales y fósiles de pequeños animales.
En la década de los 2000 experimenta un retorno a la pintura, esta vez conceptual y centrada en el paisaje y su percepción real, mental y puramente pictórico. No por ello abandona las instalaciones de elementos naturales y fósiles, que venía haciendo hasta ahora, si no que continúa alternando sus dos líneas creativas.